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10.4.- Todo sobre Railes

Texto de José Manuel Azcona, Doctor en Historia,  en el libro » Balmaseda. Una historia local«. VV.AA. D.F.B.  Departamento de  Cultura. Bilbao 1991 pp. 97-108

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La aparición del ferrocarril en el siglo XIX fue una de las razones del empuje económico de la vieja Europa, convirtiéndose en no pocas ocasiones en el sector pautador de economías nacionales y sobre todo, locales.

Balmaseda no fue una excepción en este sentido, ya que la villa conocería a fines del pasado siglo un cierto resurgimiento comercial, resurgimiento que llegó a bordo de los trenes que se construyeron para su comunicación con zonas geográficas aledañas.

Así, el primer intento (1) ferroviario se dio en 1831, fecha ésta en la cual la Diputación vizcaína reconocía una vez más la ya histórica necesidad, que se remontaba a los inicios de la Edad Moderna, de enlazar Bilbao y Burgos para hacer más fluidas las relaciones mercantiles entre la capital del Señorío y Castilla.

Como Bilbao siempre había destacado por ser el punto de salida de los productos castellanos, se pensó esta vez llevar a buen término el proyecto a través de Balmaseda, enclave éste que ofertaba una geografía más accesible que Orduña, ciudad que también pretendía ser llave de paso en las comunicaciones entre Bizkaia y la meseta castellana. Finalmente, la obra no se hizo realidad por el elevado coste de las obras pero, sobre todo porque en 1833 comenzó la primera guerra civil carlista que aguó definitivamente el sueño valmasedano de ser enlace ferroviario de primera magnitud.

Cuando en 1845 se estaba proyectando la construcción de la línea férrea Madrid-Bilbao¬lrún, las aspiraciones de Balmaseda por no perder el tren de la modernidad volvieron a renacer. A tal fin, aquel año tuvo lugar una reunión en Avellaneda (2) para que el trazado alcanzase a la villa de Balmaseda y así contribuir al aumento de su riqueza y población, toda vez que los productos excedentarios de la villa, procedentes de sector agrícola-ganadero y maderero tendrían más fácil venta en el mercado español.

Sin embargo, cuando se hizo oficial el recorrido del trazado a través de Miranda de Ebro que conectaría Bilbao con Burgos, Balmaseda quedó excluida de nuevo de las rutas del ferrocarril, eligiéndose en cambio a Orduña como punto de enlace. De esta manera las Encartaciones quedaban aisladas de los centros activos del comercio no sin graves quebrantos. Así, por ejemplo, si en la cuenca del Cadagua el río activaba en los años de 1840 a 1855 quince ferrerías, dos de los cuatro martinetes de cobre de Balmaseda, otros dos de hierro en Zalla y Güeñes, varios molinos de dos o tres piedras amén de uno de cinco que actuaba como harinero, en 1886 y en parte motivado por este aislamiento ferroviario, tan sólo quedaban en pie algunos molinos y dos fábricas de papel (3).

No será hasta la construcción del trazado del llamado ferrocarril del Cadagua el momento en que la villa encartada figura como protagonista esta historia de carriles de hierro.

LA COMPAÑIA DEL FERROCARRIL DEL CADAGUA A SU PASO POR BALMASEDA 

 

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Expropiación de los terrenos para la construcción del Ferrocarril del Cadagua. J.P./C.P.

Por real orden de 8 de noviembre de 1888 se otorgaba a Ramón Bergé la construcción de la línea férrea que uniría Zorroza con Balmaseda. De esta manera, se pretendía dar al eje Bilbao-Balmaseda la importancia económica que tenía antes de construirse el ferrocarril de Tudela a Bilbao, facilitando la explotación del mineral en la zona encartada. El tendido ferroviario nacía en la estación de Zorroza, pasaba por Bilbao, Baracaldo, Güeñes y Zalla y terminaba en Balmaseda.

El nuevo ferrocarril de vía estrecha, que contó para su inicial explotación al más puro estilo capitalista, con una sociedad anónima, la llamada «Compañia del ferrocarril del Cadagua», un capital social de un millón de pesetas, y un número total de 58 suscriptores nacía en 1889 (4).

Pero además, el ferrocarril del Cadagua recibió asimismo dinero no recuperable de los ayuntamientos de Balmaseda, Zalla y Güeñes por un valor total de 127. 750 pesetas, de las cuales cien mil desembolsó Balmaseda (5).

En el primer año de explotación directa los resultados fueron altamente positivos, ya que tanto los buenos dividendos por tráfico de personas como por transporte de mercancía, animaron a los socios a seguir la explotación del negocio con ánimo firme.

Coincidiendo con la aparición de la Compañía ferroviaria de Zalla a Solares fundada el 28 de mayo de 1893, esta compañía se fusionaría con la Compañía de Cadagua y con la Compañía del Ferrocarril de Santander a Solares. La fusión se llevaría a efecto el 1 de mayo de 1893 (6) adoptando el nombre de Compañía de los Ferrocarriles de Santander a Bilbao, cuya misión inicial era explotar la línea férrea que saliendo de la Capital Cántabra se dirigía por el Astillero a Solares. Se hacía cargo también de la línea férrea que, partiendo de la estación de Zorroza terminaba en la villa encartada de Balmaseda, así como de la construcción y futura comercialización de la línea que, partiendo de Zalla finalizase en Solares, continuando la línea del Cadagua.

De 1893 a 1913 al Ferrocarril de Santander a Bilbao recién fusionado, incrementará sus volúmenes de negocio tanto en el transporte de mercancías como en el de personas sobre todo en 1894, aunque este volumen aumentará en 1896 Y 1897 coincidiendo con la apertura definitiva de la línea Zalla-Solares el 6 de julio de 1896.

Hasta 1899 la nota característica de la explotación del ferrocarril de Santander a Bilbao fue la gradual finalización de los trazados, lo que hizo que este hecho actuara como elemento dinamizador del tráfico (7). Destaca en el conjunto de las tres líneas fusionadas el alto rendimiento del ferrocarril del Cadagua que tenía a Balmaseda como protagonista, y que proporcionaba el 43% de los ingresos totales, frente al 29% del tramo Zalla-Solares o el 20% del Santander-Solares. Pero además, la línea del Cadagua generaba menos gastos que la de Zalla a Solares.

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Correo 502. 1962. «Die Rhätische Bahn gestern & heute». Ez-special zum 100 Geburstag. 

En los ingresos totales de la Compañía de Santander a Bilbao destacaría una primera fase de 1895 a 1913 en la que 1907 podría ser considerado la fecha tope de la primera máxima expansión, ya partir de entonces habría que hablar de estancamiento hasta 1913. Asimismo los gastos en este período coinciden en su comportamiento con los ingresos (8).

Una segunda fase abarcaría desde 1913 hasta 1924, etapa que dibuja dos ritmos antagónicos con un fuerte auge hasta 1919 y su posterior estancamiento de esta fecha a 1924. La tercera fase abarcaría de 1924 a 1936 y también se caracteriza por un aumento del beneficio hasta 1928 y una caída del mismo hasta 1936. En este tercer período, el tráfico de viajeros se mantuvo estacionario desde 1920, descendiendo a partir de 1926 en parte provocado por la competencia de la carretera, que propició la rebaja en el billete de tren por lo que los ingresos descendieron en 1927.

Sin embargo, un año después, esta idea reduccionista de precios reportó beneficios a la empresa, al aumentar el número de viajeros y al ponerse de moda los billetes de ida y vuelta a precios reducidos en toda la línea, mientras que con anterioridad tan sólo existían en los trayectos Bilbao-Balmaseda y Santander-Liérganes. Esta medida tendente a atraer personal hizo que se mantuviera desde esa fecha el tráfico regular de viajeros hasta 1930. A partir de entonces el descenso tanto de pasajeros como de mercancías fue constante hasta 1936 año del comienzo de la Guerra Civil (9), a excepción del año 1935 que conoció cierto auge.

La Guerra Civil traería terribles consecuencias -como puede intuirse- para la línea. En los años cuarenta llegaría la reparación y acondicionamiento del material móvil y los raíles rotos por la contienda, a la vez que aumentó el número de viajeros como consecuencia de la escasez de combustibles para los vehículos de automoción. En los años cincuenta y sesenta la compañía vivirá procesos económicos diversos con oscilaciones variables que a veces se saldaron con ejercicios económicos desfavorables como consecuencia de la renovación del material ferroviario (especialmente locomotoras).

La década de los setenta tuvo que conocer malos momentos para el ferrocarril a Santander, motivados en parte por la crisis general que azotó al País Vasco sobre todo a partir de 1975. Y en la actualidad la dura competencia del transporte por carretera tanto de personas como de mercancías hace peligrar la futura viabilidad de esta línea férrea en la que Balmaseda siempre ocupó un lugar de primera magnitud.

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Locomotoras en Balmaseda. 1959. «Die Rhätische Bahn gestern & heute». Ez-special zum 100 Geburstag.

 

EL FERROCARRIL HULLERO DE LA ROBLA

El 15 de diciembre de 1889 el ingeniero Mariano Zuaznavar da a conocer la llamada «Memoria de La Robla» para la construcción de un ferrocarril que partiendo de las cuencas mineras de Matallana, Sabero y Valderrueda (en la provincia de León), atravesara el terreno carbonífero de Guardo, Cervera y Orbó (en Palencia) para unir después el ferrocarril de Asturias, Galicia y León con el ferrocarril de Santander y con la red vizcaína en Balmaseda, atravesando a su vez las provincias de Burgos y Santander.

Pronto el proyecto toma cuerpo cuando la llamada «Junta de Iniciadores» que apoyaba la idea de Zuaznavar -y previa constitución de la sociedad por acciones que daría vida al ferrocarril- ya había llegado a reunir en suscripción millón y medio de pesetas antes de finalizar 1889.

El 5 de enero de 1890 se otorga al ingeniero Zuaznavar el permiso gubernativo para la «construcción y explotación de una línea de transporte minero entre La Robla y Valmeseda». Al poco tiempo se abría la suscripción pública en el Banco de Bilbao y el 21 de abril de 1890 adoptaba formalidad jurídica la sociedad que se transformaría en «Compañía de F. C. Hullero de La Robla a Valmaseda» (10).

Llama la atención poderosamente que no hubiese participación de capital extranjero en el proyecto, tan frecuente en la Bizkaia de aquellos tiempos. La mayoría de los suscriptores a este ferrocarril eran industriales afincados en el Señorío, a los que verdaderamente interesaba la iniciativa de Zuaznavar en la medida que podrían conseguir mineral asturiano y castellano barato para su industria, mineral que entraría en el circuito habitual de la economía vizcaína a través de Balmaseda.

Podemos resumir la trayectoria económica del ferrocarril hullero en cuatro etapas (11). La primera abarcaría desde su fundación hasta 1901 con un fuerte crecimiento, un segundo ciclo de alza más moderada en los ingresos tendría su meta en 1914. Un tercer período recogería el atronador auge de los ingresos de la línea férrea hasta 1920, al que seguiría una caída en 1923 y por último una recuperación hasta 1935, con fuertes oscilaciones, agravadas por la llegada de le guerra civil española en 1936.

Durante todo este tiempo, Balmaseda tendría un papel decisivo en la configuración capitalista de la línea, sirviendo de punto de llegada y salida a su vez de importantes contingentes tanto poblacionales como de mercancías, conectando así a la villa encartada con los circuitos económicos mineros más importantes de finales del XIX y primer tercio del XX.

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Talleres del Tren de la Robla en Balmaseda. 1959. «Die Rhätische Bahn gestern & heute». Ezspecial zum 100 Geburstag.

A partir de 1940 la inflación comenzó a manifestarse como un parámetro constante de la economía. Además, en la década de los cuarenta el Ferrocarril de La Robla tuvo como característica esencial un crecimiento notable y proporcionado tanto de los ingresos como de los gastos auspiciados por el alza general de todo tipo de tarifas y precios que actuaba como medida de ajuste de las múltiples oscilaciones dinerarias ocurridas durante la Guerra Civil (12).

El fin de la contienda trajo consigo la reparación inmediata de los trazados más descompuestos y es precisamente en 1940 cuando se dan los primeros pasos para comprar locomotoras que suplan al menos momentáneamente a aquellas que han sido destruidas por los efectos bélicos.

Una vez que el servicio fue mínimamente normalizado la línea por la cual transcurría el Ferrocarril de La Robla conoció un inusitado incremento del número de viajeros. Este hecho se explica, por la escasez de combustible que caracterizaba aquella dura década de la posguerra. Por tanto, la ausencia de gasolinas y gasóleos paralizó el transporte por carretera, conociendo el tren épocas de dorado esplendor. Además, los traslados de población de unos lugares a otros así como la llegada de inmigrantes también incidirían favorablemente en ese auge.

En 1941 los talleres que el ferrocarril tenía instalados en Balmaseda se dedicaron de lleno a la reparación de locomotoras dañadas en la guerra, talleres que sufrieron aquel año los terribles efectos de vendaval del 15 de febrero que los destrozaron parcialmente (13).

Los años cincuenta no empiezan con buenos ejercicios mercantiles para la Compañía. Así, en 1950 el volumen de negocio descendió tanto en el número de mercancías como el de viajeros. En 1952, se inician en Balmaseda las obras de los llamados « Talleres de Balmaseda», cedidas en contrata a la Sociedad de Obras y Construcciones, con lo que la empresa ferroviaria iniciaba a partir de 1953 los planes definitivos de modernización del Ferrocarril de La Robla (14).

Sería a partir de entonces cuando un importante movimiento migratorio procedente de tierras leonesas y castellanas utilizaría el servicio de trenes de La Robla para trasladarse en el País Vasco, muchos de los cuales se instalaron en la villa encartada.

A mitad de los cincuenta el número de mercancías transportadas así como de viajeros seguía descendiendo aunque hacia esos años se había estabilizado la tendencia al declive. A partir de 1958 se produce la dieselización de la tracción terminándose con el reinado del vapor, aunque ello no daría motivo a la tan ansiada recuperación del Ferrocarril de La Robla (15) en la siguiente década. Y es que en los años sesenta se invirtieron importantes cantidades en la modernización de la línea, razón por la cual hubo ejercicios económicos de reducidos crecimientos y a veces pérdidas (16).

En 1970 se produce un fuerte incremento del tráfico de carbones motivado por una más favorable coyuntura en la cuenca minera de León que permitió la salida de este producto de calidades inferiores con lo que el Ferrocarril de La Robla vio mejorar momentáneamente su situación. Sin embargo, el panorama halagüeño duró bien poco, ya que el último ejercicio explotado por la Compañía en 1971 antes de pasar a depender de FEVE al año siguiente resultó ruinoso (17).

Así los desfavorables balances económicos y la falta de respuesta de la administración para sanear la empresa, anunciaban negros nubarrones. En efecto, un acuerdo del Consejo de Ministros de 7 de enero de 1972 abandonaba a la buena de Dios el futuro de la Compañía ferroviaria. Es por ello que a partir del 6 de marzo de aquel año FEVE se encargaría de administrar el ferrocarril de La Robla, integrándose progresivamente en los planes económicos de esta compañía estatal.

A partir de entonces, el tráfico de mercancías y viajeros continuó descendiendo. Así, a comienzos de 1980, las cifras barajadas, en ambos terrenos no llegaban a la mitad de las que se tenían en 1970. A pesar de todo desde 1972 se han realizado varias obras de interés. Primeramente, se utilizó parte del antiguo trazado entre Irauregui y el puente de esta población para la ampliación de la doble vía de Bilbao a Za ra milia. Esto motivó a partir de 1975 el cese del trayecto de Irauregui a Balmaseda, aunque la vía no haya sido retirada oficialmente. Desde entonces, los trenes procedentes de Bilbao circulan siguiendo el antiguo trazado del ferrocarril del Cadagua tal y como era norma común hasta 1911.

En 1986, los talleres de Balmaseda fueron reformados en profundidad, eliminándose el puente giratorio, las rotondas y los antiguos talleres de carpintería. Algunas pequeñas obras de adecuación se han hecho en la línea para adaptarla a los tiempos modernos, aunque en la actualidad no goza de la prosperidad de otras épocas teniendo que sufrir la dura competencia tanto del transporte de mercancías como de personas, que hoy en día se realiza mayoritariamente por carretera.

 

NOTAS:

l).- GOMEZ PRIETO, J.: Balmaseda siqlos XVI-XIX, Servicio de publicaciones de la Diputación Foral de Bizkaia, Bilbao, 1991, p. 255.

2).- GOMEZ PRIETO, Julia: op. cit. p. 255.

3).- GORBEÑA, V.: Proyecto de ferrocarril de Zorroza a Valmaseda. Bilbao 1886.

4).- ORMAECHEA, A.: Ferrocarriles en Euskadi: 1856- 1936, Bilbao, 1989, p. 748.

5). – ORMAECHEA, A. op. cit. p. 749.

6). – ORMAECHEA, A. op. cit. p. 753.

7).- ORMAECHEA, A. op. cit. p. 765.

8). -ORMAECHEA. A. op. cit. p. 762.

9). – ORMAECHEA, A. op. cit. p. 784.

10). – Los interesados en éste y otros aspectos de la fundación de esta línea pueden consultar el libro de Angel Ormaechea ya citado.

11). – ORMAECHEA, A. op. cit. p. 675.

12) .- FERNANDEZ LOPEZ, J. y ZAITA, C.: El Ferrocarril de La Robla, Madrid, 1987, p. 61.

13).- FERNANDEZ LOPEZ, J. Y ZAITA, C. op. cit. p. 62. Este huracán fue el mismo que derribó un tren de «Vascongados» en Zumaya, Causando 22 muertos y 90 heridos y que atizó el incendio de Santander.

14). – FERNANDEZ LOPEZ,J. y ZAITA, C.,op.cit.p. 66.

15) .- FERNANDEZ LOPEZ, J. Y ZAITA, C. op. cit. p. 68.

16) .- FERNANDEZ LOPEZ, J. Y ZAITA, C. op. cit. pp. 70 y ss.

17). – FERNANDEZ LOPEZ Y ZAITA, C. op. cit. pp. 76 Y ss.

10.3.- La Aljama y los judíos de Balmaseda

Texto del historiador balmasedano Ignacio Acasuso en el libro » Balmaseda. Una historia local«. VV.AA. D.F.B. Cultura. Bilbao 1991 pp. 33-41

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En 1999 Balmaseda cumplirá 800 años desde que en 1199 Don Lope Saenz de Mena les diera a nuestros antepasados las mercedes de población. Creemos que ha llegado el momento, sin duda inaplazable, de revisar la cuestión de la judería valmasedana o «aljama»

Dicho problema ya fue tratado con anterioridad por ilustres valmasedanos y vizcaínos, hemos de recordar a D. Martín de los Heros y su obra indispensable para todo valmasedano«Historia de Valmaseda», así como al recordado Ángel Rodríguez Herrero, erudito por vocación que desde su trabajo en el archivo de la Excma. Diputación de Bizkaia logró publicar un cuaderno bajo el título «Valmaseda en el siglo XV y la aljama de los judíos», donde recogía gran parte de la información que allá por los cincuenta se tenía de la historia bajo medieval de nuestra villa.

El resto de los trabajos han acudido a estas dos obras como fuente ineludible.

Hoy en día la «cuestión judía» esta siendo ampliada en muchos aspectos, atrás quedaron o han de quedar estereotipos rígidos, de pueblo judío como «pueblo usurero», «comerciantes sin escrúpulos»etc.

La investigación de los miles de documentos que se guardan en los diferentes archivos, no sólo los grandiosos como el de Simancas, Valladolid, Sevilla, etc., sino más bien los pequeños archivos municipales de también pequeños lugares repartidos por toda la geografía peninsular, y en especial de aquellos puntos donde según se creía «no había grandes grupos de población hebréa «. está mostrando a la comunidad judía como un grupo que se mezcló sin grandes traumas con los cristianos y moros de la Península Ibérica, y que al igual que ellos desempeñaron en el plano económico multitud de oficios y ocupaciones.

En esta línea de investigación, están apareciendo numerosos enclaves y aldeas con población judía dedicada a la agricultura y al pastoreo; estas aldeas están siendo localizadas en toda la cornisa cantábrica, muy cerca de nuestros límites provinciales con Cantabria y Burgos.

Es decir, hemos de pensar que muy probablemente las futuras investigaciones nos demuestren que ni la Cordillera Cantábrica era un lugar prohibido para los hebreos, ni la restrictiva legislación del Señorío de Bizkaia pudo controlar a todos y cada uno de sus labradores para saber si eran fieles a la Biblia o a la Torah de Moisés.

 

La Aljama de Balmaseda

 

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Concordia e Iguala que se hizo por esta noble villa de Valmaseda y por los Judíos que a la sazón habitaban en ella para que salieran fuera con arreglo a lo mandado por los Reyes Católicos..  1487. B.U./A.V.B. 

Parece localizarse entre los barrios de Las Tenerías (barrio de los curtidores)  y el de San Lorenzo.

Sus habitantes tuvieron propiedades repartidas por todo el término municipal; esto ya nos da una idea de que no era un «getho» cerrado, sino que, si bien como comunidad religiosa se localizaban en un lugar determinado, como valmasedanos se mezclaban con los «naturales» (1).

De hecho la reducción en las aljamas se debe a varias leyes de los Reyes Católicos para que vistos los problemas que se empezaban a dar entre cristianos y judíos, estos tuvieran unas mínimas garantías de supervivencia. Esto a su vez indica que hasta esta fecha en torno a 1480 gran parte de los judíos vivían entre la población cristiana.

En cuanto al origen de los primeros vecinos judíos de la villa no sabemos a ciencia cierta gran cosa. Todos los autores coinciden en ver como muy probable que fuera en época de la intervención de los Velasco de Castilla en las guerras banderizas de las Encartaciones. Este linaje que contaba con extensos dominios en la Merindad de Castilla habría introducido a los primeros judíos en la Villa.

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Carta Real en contra de ciertos vecinos. 1486, mayo. A.G.S. Reg.Gral. del Sello, fol. 204.

Personalmente me inclino a pensar que fue con anterioridad, aproximadamente a finales del Siglo XIII y primeras décadas del XIV, cuando la ruta lanera Burgos-Castro Urdiales estaba ya plenamente instituida. Sabemos que esta ruta atravesaba Balmaseda, y que en nuestra villa se efectuaba el depósito de paños y lanas. No es difícil suponer que, si en Burgos era la población judía quien controlaba gran parte del comercio lanero y lo mismo ocurría en Castro Urdiales, esta comunidad bien pudo ver en Balmaseda un punto idóneo para establecerse a modo de sucursal.

Lo que sí sabemos es que para 1474 bajo el reinado de Enrique IV, la aijama de Balmaseda era una de las más importantes de la Corona; un documento que recoge los importes que debían de pagar las aljamas en concepto de tributo al monarca la sitúa por encima de la de Burgos. En términos demográficos se calcula que había una población cercana al centenar de judíos. (2)

Es realmente muy extraño que suponiendo válidas estas cifras de población, no tengamos apenas noticias de los judíos de Balmaseda hasta la época de los primeros disturbios en la villa contra ellos, corriendo el año 1483.

Por estos años la situación de los judíos en Castilla empezaba a peligrar; sin duda buena culpa de ello tiene la política de unificación de los Monarcas Católicos. Esta unificación abarcaba tanto los aspectos políticos como los espirituales, «Unu ovile et unus pastor». Sus intentos de convertir a la religión cristiana tanto a moros como a judíos, responden a esa política.

Las Leyes de Conversión fueron sin duda el primer aviso; muchos judíos ante el temor de verse arrollados optaron por la conversión, de entre ellos algunos sinceramente y otros sólo en apariencia.

Esto mismo se hubo de dar en Balmaseda. Cómo explicar si no que en los primeros disturbios, el Concejo prohibiese la entrada en la villa de judíos casados, entendemos lógicamente que según el rito cristiano con cónyuges cristianos viejos.

Posteriormente en 1486 los judíos de Balmaseda fueron expulsados de la villa, a pesar de las cartas de protección que al efecto extendieron los Monarcas de Castilla. Los Reyes Católicos no darán el edicto de expulsión hasta seis años más tarde, esto es en 1492.

Esta situación atípica es la que nos debe hacer reflexionar sobre cuales pudieron ser las razones o motivos reales que condujeron a esta situación. Caro Baraja nos resume en dos, los tipos fundamentales de argumento que se esgrimía frente a las comunidades judías a finales de la Edad Media.

– Odio de carácter religioso: estas fobias por la religión y por los orígenes no cobrarán importancia hasta bien avanzado el siglo XVI, cuando se institucionalicen los estudios y probanzas de limpieza de sangre. Además los vizcaínos en esta época no se distinguían precisamente por su ortodoxia religiosa (3).

– Odio de carácter económico: la «usura».Si bien es cierto que suelen ser los judíos quienes se empleen como arrendadores, comerciantes, banqueros, etc., no hemos de olvidar que estos trabajos no los realizaban los cristianos por no tener experiencia en ellos y por ser considerados oficialmente «indignos «.

Además en nuestro caso particular no tenemos apenas ningún documento que nos hable de valmasedanos oprimidos por deudas a judíos, y vemos que las tierras que poseen fueron adquiridas a valmasedanos por procedimientos normales de compra-venta.

Me inclino a pensar que los judíos de Balmaseda trabajaron de tejedores, carpinteros, joyeros, curtidores (por eso el nombre de barrio de Las Tenerías), y claro está también de comerciantes y prestamistas; es decir, no debemos pensar que la aljama de Balmaseda era un gran centro hipotecario, que vivía de la presión sobre el comercio y sobre los valmasedanos. Hay miles de pleitos por deudas entre valmasedanos y vizcaínos y no son los judíos los protagonistas.

Resumiendo, soy partidario de ver en la población judía de Balmaseda un grupo bastante heterogéneo y bien imbricado en la sociedad valmasedana, grupo discreto y laborioso ( no se explica de otro modo que no se les cite en los documentos más que cuando se habla de pagar altas sumas, sin duda fruto de su buen hacer comercial).

Quizás en la explicación que los anteriores autores nos han dado, sin lugar a dudas se mostraba a los valmasedanos oprimidos, insultados y  molestados por los judíos, y a estos como usureros capaces de extraer la última gota del súbdito castellano; y en un arranque heroico de defensa de la religión habrían hecho causa común para arrojar de la villa a los corruptos y peligrosos infieles hebreos, aún a pesar de las leyes de protección de los Reyes Católicos.

Esta explicación que lleva en su Interior otros tintes no precisamente bajo medievales, quizás sea una respuesta imprecisa y poco fiel a lo que realmente ocurrió en nuestra villa en torno a 1486. Reconozco que el juego de lanzar hipótesis es sumamente arriesgado, y muy propenso a extraer conclusiones tan inoportunas como inciertas. Aún así correré el riesgo, pero eso sí, intentaré fundamentar al menos mínimamente cada desviación de la explicación llamémosla tradicional.

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Documento de acreditación de limpieza de sangre de Pedro Diez Muñoz. 1678. B.U./A.V.B. 

Puede que una gran parte de los judíos de Balmaseda se convirtieran cambiando su nombre y apellidos para no sufrir posteriores investigaciones (esta es una práctica muy común entre los conversos de Castilla).

De este modo y contando con el asentimiento del Concejo de Balmaseda los judíos conversos continuaron en sus trabajos y en su labor de impulso de la vida económica en nuestra villa. Según lo anterior la visión de orgullo (mal entendido a mi juicio), que se alegraba de haber expulsado a los judíos, antes incluso que los propios Reyes Católicos lo hicieran de la Corona en 1492, se tornaría por un positivo acuerdo entre hebreos y valmasedanos para simular una situación de cara al exterior ya la vez lograr que el comercio y el artesanado no desapareciese de la villa.

Los judíos a cambio de esta «vista gorda» del concejo habrían contribuido pecuniariamente a las arcas municipales, siempre faltas de efectivo. Hay un dato importantísimo que muchos autores han manejado, pero que a mi entender esconde una segunda lectura.

Me estoy refiriendo al «Inventario de los bienes raizes que hizo la villa de Valmaseda, en el año 1487» (4). Este inventario se hizo con objeto de evaluar las posesiones raices de los valmasedanos, incluyendo a los judíos «expulsados» un año antes, para sobre el total efectuar un repartimiento de «cuarenta y cinco mil maravedises» en concepto de llamamiento para la guerra contra los moros de Granada. En este inventario figuran en lista aparte los bienes de los judíos que retuvo el concejo.

¿Resulta una casualidad que la suma de estos bienes de los judíos sume la cantidad de «cuarenta y cinco mil cuatrocientos ochenta maravedises», cuando al Concejo le toca pagar «cuarenta y cinco mil»?

Para mi no hay coincidencia posible, sino más bien que una vez asimilados gran parte de los judíos, probablemente estos ofrecieron estas propiedades a modo de contribución a las arcas concejiles.

Hay otro elemento que nos obliga a poner en tela de juicio la veracidad de dicha lista de propietarios. ¿Cómo puede haber sólo doce propietarios judíos cuando diez años antes había aproximadamente un centenar de hebreos?

Otro dato, este quizás fruto del error del escribano que redactó el inventario, en el Folio CCCXXVI dice: «parral en Vañares que fue y es de Raby Samuel…» ¿Cómo puede ser de Raby Samuel si ha sido expulsado hace ya un año?

Es decir, tenemos una serie de datos que no encajan en el esquema tradicional. Como en todo estudio histórico estas dudas sólo se resuelven con la lectura pormenorizada de cada rastro material, escrito o arqueológico que vaya apareciendo.

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«Bjenes casas de los judíos que merco el concejo de la villa de Valmaseda». Ed. Facsimil de Ángel RODRIGUEZ HERRERO.

Quizás se acabe demostrando o más bien confirmando que los valmasedanos fuimos los más prematuramente intransigentes de entre los lugares que convivieron con población hebrea; o quizás se demuestre lo contrario, y esto es que Valmaseda supo acoger y convivir con un pueblo dotado para el comercio y para el trabajo artesano; villa que a la vez supo proteger a estos otros «valmasedanos» contra las envidias y odios de otras gentes exteriores.

Hubo épocas, no muy lejanas por desgracia, en las cuales el exterminio de todo aquello que oliese a judío era motivo de orgullo. Pero hoy en día las minorías del Siglo XXI hemos de ver en estas minorías de todas las épocas, un pueblo que luchó y lucha por la supervivencia, dando lo mejor de sí mismos, sin importarles quienes fuesen sus gobernantes.

NOTAS:

1).- En la Baja Edad Media el término «judio» no designaba a una raza sino a una religión.

2).- Esta cifra tiene su base en la cantidad asignada a la aljama de Balmaseda para el repartimiento a pagar al rey Enrique IV en 1474, en ella se le asigna «mil e cien maravedis «, y se cree que cada vecino o cabeza de familia pagaba 50 maravedis, de lo que se obtiene una cifra de 22 vecinos, y aplicando a este número el indice de conversión de 4,5 hab./vec., índice sin duda conservador, nos daría una cifra de unos 99 habitantes.

3).- Se conservan varias quejas y amonestaciones de la reina Isabel de Castilla a la población y clérigos vizcaínos por permitir el amancebamiento incluso entre los clérigos.

4). – Copia de este inventario se puede consultar en la obra de Rodríguez Herrero «Valmaseda en el Siglo XV…. »

BIBLIOGRAFÍA

MARTÍN DE LOS HEROS: Historia de Valmaseda. Bilbao 1978.

RODRIGUEZ HERRERO, A.: Valmaseda en el Siglo XV y la aljama de los judíos. Bilbao 1947.

CARO BAROJA, J.: Los judíos en la España Moderna y Contemporánea. Madrid 1978.

CANTERA BURGOS, F.: Las juderías medievales del País Vasco. 1971.

ORTIZ REAL, J.: Los judíos de Cantabria en la Baja Edad Media. Santander 1986.

SICROFF, A.: Los estatutos de limpieza de sangre.1985.

10.2.- Balmaseda Jacobea

BALMASEDA Y EL CAMINO DE SANTIAGO

Texto de José Angel Lecanda, Doctor en Historia, en el libro » Balmaseda.Una historia local». VV.AA. D.F.B. Cultura. Bilbao 1991 pp. 23-32

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Las peregrinaciones jacobeas en Bizkaia son aún tema poco conocido y ello a pesar del interés que ya desde tiempos pretéritos mostraron autores como Luciano Huidobro o los profesores L. Vázquez de Parga, J. M. Lacarra y J. Uria cuyas obras se han convertido en clásicos del tema (1), aún cuando no tratan específicamente este territorio. Más recientemente el padre Teodoro Martínez (2) retomó esta investigación.

En estos últimos años, diversos autores y entidades se muestran, de nuevo, interesados en conocer y explicar un fenómeno (3) que tuvo unas consecuencias históricas de enorme magnitud en cualquiera de las regiones donde se produjera.

Este desconocimiento histórico en nuestro territorio evidentemente tiene su justificación: falta de documentación, escasas investigaciones arqueológicas relacionadas con el tema, ausencia de grandes obras monumentales y, sobre todo, el monopolio conceptual que de las peregrinaciones jacobeas ha realizado el Camino Mayor o Francés.

Calle de En medio. Balmaseda
Calle de En medio. Balmaseda

Pero, por otra parte no podemos olvidar que similar situación de imperfecto conocimiento del pasado histórico de Bizkaia se produce a nivel generalizado para todo el período alto- medieval y sólo a partir de lo que venimos a llamar Plena Edad Media comienzan a definirse con aceptable exactitud los aspectos económicos, sociales y políticos de este territorio (4). Sin embargo, ello no ha sido obstáculo para que se intenten ensayos de reconstrucción histórica basados en extrapolaciones documentales y planteamiento de posibles analogías con procesos y situaciones conocidas en territorios cercanos, especialmente Álava, Cantabria y norte de Burgos.Así podemos hablar de los caminos de peregrinación jacobea en Bizkaia y del papel que en ellos juega Balmaseda aunque de hecho no contemos con datos explícitos en este sentido.

Descubierta la tumba del Apóstol a comienzos del siglo IX y construida sobre ella la primera basílica por obra del rey asturiano Alfonso II, el Casto, se produce una difusión inmediata por toda la cristiandad, peninsular y europea, que provoca una respuesta casi instantánea en forma de peregrinación. El máximo apogeo será a partir del siglo XI y XII, cuando garantizado el control cristiano del norte peninsular y reformado el trazado del camino en favor de las tierras navarro-riojanas, quede definitivamente instaurado el que conocemos como Camino Francés.

Cabeza de Santiago. Guiot de Beaugrant, E.A.E.K.M./M.A.E.H.V.
Cabeza de Santiago. Guiot de Beaugrant, E.A.E.K.M./M.A.E.H.V.

La documentación referente a Bizkaia, parca e indirecta inicialmente, se hace más numerosa y concreta precisamente cuando la ruta principal está totalmente definida y el tránsito de nombres, ideas y mercancías supone un movimiento continuo. Es también en esta época, a partir de los siglos XIII y XIV, cuando Bizkaia se encuentra en condiciones de favorecer el peregrinaje: existen villas y puertos costeros. La cristianización es evidente y cuenta con importantes centros de culto – Cenarruza, Santiago de Bilbao, etc.-. El desarrollo económico es manifiesto y la existencia  de poderes jurídicos y políticos está consolidada y aseguran cierta tranquilidad al viaje.

Atrás quedan las descalificaciones que de vascos y navarros hace Aymeri Picaud en el siglo XII (5) y a partir del siglo XIII parece clara la existencia de una vía que desde Irún cruzaba toda Gipuzkoa.  En el siglo XVI, la «Nouvelle Guide», editada en París por Nicolás Bonfons, en 1582, señala que se utiliza más el paso de Bayona-Hendaya que el de Somport ó Roncesvalles (6). Las referencias al camino costero aún siendo indirectas, aparecen desde el Codex Calixtinus y no cesarán posteriormente aunque también es verdad que este trayecto seguiría, generalmente, de forma parcial hasta enlazar con las vías que conducen al camino por antonomasia y que responden a una mejor adecuación a la realidad socio- económica de la Baja Edad Media vizcaína (7).

Que la ruta costera sea la más antigua o sea de posterior utilización es algo anecdótico en este caso, pero necesariamente debía ser utilizada tanto por quienes venían desde Gipuzkoa, como por los que partían desde Bizkaia o por los que desde puertos lejanos arribaban en diversos puntos de nuestro litoral, además de por quienes en los primeros tiempos dudaban entre seguir la ruta interior amenazada por los musulmanes y ésta costera de difícil practicabilidad (8).

Uno de estos enlaces entre las dos rutas se producía por el valle del Cadagua y en él encontramos la Villa de Balmaseda. La conexión no respondía, por otra parte, a una trivial elección. Este valle del Cadagua era secularmente, vía natural de comunicación entre las tierras meseteñas y el litoral cantábrico; esta cualidad geográfica había facilitado su utilización, documentada arqueológicamente (9), desde la etapa imperial romana su uso continúa plenamente vigente en nuestros días (10).

La existencia de una calzada romana, mantenida y reparada a lo largo de toda la Edad Media, se convertía en un claro aliciente  para  los peregrinos en su marcha hacía Galicia. Al amparo de este tránsito y, evidentemente de otro menos piadoso, como elemento necesario en cualquier vía de comunicación -por causas políticas, fiscales, sociales o económicas- surge la Villa de Balmaseda (11).

Don Lope Sánchez de Mena, Señor de Bortedo, crea esta villa en 1199, que será dotada con el Fuero de Logroño con las exenciones y privilegios que ello comportaba. En su creación se delimitan jurisdicciones, se detalla que la villa tenga iglesia, cúales son sus calles y los solares a repartir de sus 5,3 hectáreas; días de mercado, y en general todo aquello que suele concretarse en fueros y cartas puebla. La villa quedará cercada y protegida por un castillo.

Diversas coyunturas favorables motivan su crecimiento y desarrollo urbano y buena prueba de ello es el asentamiento de una importante comunidad judía en la villa (12). A este crecimiento contribuirían de forma no poco considerable los peregrinos que con su trasiego y sus necesidades demandaban ciertos servicios en la villa.

Así, perfectamente definida la villa, nos encontraríamos ante un urbanismo típicamente medieval: cuatro calles paralelas cruzadas por cantones, todo ello protegido por una muralla que contaría con diversas puertas, y como necesidad ineludible de villa caminera, un elemento viario de primer orden para salvar el vado del río: el puente.

Salían los peregrinos de Bilbao por la Anteiglesia de Abando (por la actual calle Autonomía) y ascendiendo el alto de Castresana cruzarían el Cadagua por el Puente del Diablo, románico, de un solo ojo, para por la ribera izquierda del río llegar a la ermita de Santa Agueda y allí venerar la imagen de Santiago Matamoros.  Igualmente venerarían otra imagen del Apóstol en la ermita de San Antolín. Ambas pertenecen hoy al término municipal de Barakaldo.

Muy posiblemente el más antiguo camino se encuentra bajo el trazado de la línea férrea ya que durante el período de la revolución industrial, la burguesía vasca apostó por el ferrocarril y su potencial económico le permitió obtener las mejores rutas para asentar sus raíles y traviesas.

Alonsótegui, La Cuadra, Güeñes… serían otros jalones de esta ruta: su pasado medieval queda patente en casas torre, puentes e iglesias, que nos sitúan en cronologías del siglo XIV-XV.

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Salvador, Iglesia de San Severino, Balmaseda

Desde el barrio de San Pedro de Zalla podemos reconstruir con bastante fiabilidad el trazado de la calzada que conducía a Balmaseda y que coincide con el que otrora fuera «Camino Real». En la actualidad diversos tramos empedrados y otros asfaltados -los más – nos llevan por Ibarra, junto al río, hacia Bolumburu y de allí hasta La Herrera. Aquí el valle se angosta antes de llegar a Balmaseda y antes de enlazar con la vía que por Avellaneda venía de Castro Urdiales.

En La Herrera podemos observar otro bello ejemplar de casa-torre, patente muestra de los poderes feudales locales. El Castillo de la Piedra que, más antiguo, se encuentra sobre un altozano controlando la convergencia de las dos rutas ya señaladas, la de Castro y la de Bilbao.

Balmaseda es el último hito vizcaíno en la ruta de peregrinación jacobea antes de penetrar en tierras burgalesas y enlazar con la gran ruta compostelana. La alcanzamos por la ribera izquierda del Cadagua o por la derecha atravesando el Puente Viejo, y penetraríamos en ella por alguna de sus puertas abiertas en las murallas. Peregrinos, comerciantes y viajeros podían encontrar alojamiento y comida en la villa: recuérdese que en su carta puebla se especificaba que desde Villasana de Mena hasta Sámano, solo Balmaseda contaría con tabernas, venta de pan y de cebada o carnicerías.

Además de hospedaje, la adquisición de telas o paños, zapatos o cualquier otra mercadería solo podía efectuarse en un lugar como este. Por añadidura disponía de dos iglesias (al menos desde el siglo XV), amén de otras ermitas en sus proximidades.

Antiguo Hospital, Balmaseda.
Antiguo Hospital, Balmaseda.

Hoy por hoy, y al margen del claro urbanismo medieval, el elemento histórico-artístico más antiguo y, a la vez, más sobresaliente de la villa es el Puente Viejo, Romano o de Muza, que de las tres formas es denominado. Esta declarado Monumento Nacional; es románico aunque de probable origen romano como elemento integrante de la vía Flaviobriga-Pisoraca, esta defendido por una torre medieval. Era, en la práctica, el paso entre Castilla y el Señorío de Vizcaya y muchos peregrinos debieron cruzarlo.

San Severino, iglesia parroquial de la villa y otro elemento imprescindible para los peregrinos, fue construida en el siglo XIV presumiblemente sobre una iglesia anterior y contemporánea a la fundación. Actualmente solo podemos contemplar una mixtura de elementos góticos y barrocos. Gótico queda en su planta de cruz latina, en sus ventanales ojivales, en su rosetón, en las bóvedas de sencilla crucería… (13).

Balmaseda necesariamente tuvo que sentir el transitar de peregrinos jacobeos, por situación, por su antigua vía de comunicación, por su desarrollo urbano y económico… fueran gentes procedentes de Europa, vía terrestre o marítima, o fueran únicamente gentes vascas, muchos de los que iniciaron su camino en la costa y posteriormente optaron por continuar por la ruta francesa debieron utilizar este paso natural de conexión en el que se encuentra Balmaseda (14).

NOTAS

(1).- HUIDOBRO, L. Las peregrinaciones jacobeas. 3 vols. Madrid, 1951. Ver vol. 3 Cap. X.  VAZQUEZ DE PARGA, L.; LACARRA, J. M. y URIA, J. Las peregrinaciones a Santiago de Compostela. 3 vols. Madrid, 1949.
(2).-  MARTINEZ, T. El Camino Jacobeo: una ruta milenaria. Bilbao, 1970 y Caminos de Santiago en Vizcaya. Bilbao, 1976. También pueden reseñarse las obras de E. CALLE ITURRINO Bilbao en el Camino de Santiago. Bilbao, 1950 y Rutas jacobeas de Vizcaya. Bilbao, 1963 y el artículo de C. GONZALEZ ECHEGARAY publicado en Revista Vizcaya, núm. 20 (1963) titulado Un Camino de Santiago por Vizcaya.
(3).-  Acaba de publicarse la obra Los Caminos de Santiago por Euskadi, Bilbao, 1991. Editada por el Gobierno Vasco, Dpto. Cultura, uno de cuyos capítulos, a cargo de quien esto escribe, se refiere a los caminos vizcaínos.
(4).-  GARCÍA DE CORTAZAR, J. A. Vizcaya en la Alta Edad Media. Bilbao, 1983 y Vizcaya en la Plena Edad Media. Bilbao, 1988. GARCÍA DE CORTAZAR, J. A. Vizcaya en la Edad Media. Evolución demográfica, económica, social y política de la comunidad vizcaína medieval. San Sebastián, 1985.
(5).-  AYMERI PICAUD, monje de Poitou, escribió el Liber Sancti Jacobi en el primer tercio del siglo XII; decía acerca de los vascos: «Son gentes feroces y la tierra que habitan es hostil, tanto por sus bosques como por su salvajería: la ferocidad de sus caras es semejante a la de su lengua bárbara y oprimen el corazón de quienes los ven». Cita tomada de la obra de BARRET y GURGARD: La aventura del Camino de Santiago. Madrid, 1982. Pág. 93-94.
(6).-  Ver BARRET y GURGARD, op. cit.
(7).-  GARCIA DE CORTAZAR, F. y MONTERO, M.: Diccionario de Historia del País Vasco. San Sebastián, 1983. Voz: «Caminos y carreteras».
(8).-  Ver MARTINEZ, T.: op. cit. Pág. 89.
(9).-  Las últimas aportaciones arqueológicas las ha realizado el Gabinete de Arqueología de Intervención, patrocinado por el Gobierno Vasco en su trabajo de inventariado de patrimonio histórico. Como referencias a esta calzada por parte de señalados investigadores, podemos citar las obras de J. A. ABASOLO: Comunicaciones de época romana en la provincia de Burgos. Burgos, 1975. Págs. 186-197 y GARCÍA MERINO, C.: Población y poblamiento en Hispania romana. El Convento Cluniensis. Valladolid, 1975. Págs. 337-344.
(10).-  Baste citar como ejemplo que por este valle y villa transcurre el ferrocarril de La Robla, que enlaza Bilbao con dicha población leonesa.
(11).-  Aceptamos las tesis del profesor J. A. García de Cortazar sobre el nacimiento de las villas como un elemento ordenador del territorio, de la población, de la economía y del poder. Véase, de este autor, «Las villas vizcaínas como formas ordenadoras del poblamiento y la población» en Las formas del poblamiento en el Señorío de Vizcaya durante la Edad Media.
(12).-  RODRIGUEZ HERRERO, A.: Balmaseda en el S. XV y la Aljama de los judíos. Bilbao, 1947  También GOMEZ PRIETO, J.: Balmaseda S. XVI-XIX, Una villa vizcaína en el Antiguo Régimen. Diputación Foral de Bizkaia. Bilbao, 1991
(13).-  Sobre los aspectos artísticos de la villa puede consultarse las obras de M. BASAS: Vizcaya Monumental. Bilbao, 1982 ó AA.VV.: Monumentos de Bizkaia. 4 vols. Bilbao, 1987 ó AA. VV. Bizkaia: Arqueología. Urbanismo y arquitectura histórica, el volumen correspondiente a Encartaciones.
(14).-  En última instancia la mejor monografía sobre Balmaseda es la tesis doctoral de la profesora Julia Gómez Prieto y en ella se hace referencia puntual a este tema.

10.1.- Privilegios Medievales de Balmaseda

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PRIVILEGIOS MEDIEVALES Y SEÑORIALES OBTENIDOS POR BALMASEDA DURANTE LA EDAD MEDIA

Texto de  Juan Manuel González Cembellín, Doctor en Historia, en el libro » Balmaseda. Una historia local«. VV.AA. D.F.B. Cultura. Bilbao 1991 pp. 13-22

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Desde principios del siglo XII Francia, Inglaterra y, sobre todo los Países Bajos empezaron a desarrollar una sólida industria pañera que, poco a poco, fue adueñándose del mercado europeo. Pero para satisfacer la creciente demanda de sus productos estos países precisaban de abundante materia prima –lana- que no poseían y que, en consecuencia, era preciso importar.

Ante esta nueva situación, la Corona de Castilla inició una parcial reorientación de su economía, dando cada vez mayor importancia a la ganadería ovina. Pero hacía falta algo más que la modificación de las estructuras agropecuarias. La lana tenía que encontrar una vía de salida para alcanzar los mercados atlánticos, el Cantábrico. El monarca castellano Alfonso VIII, consciente de la necesidad de crear rutas que unieran la Meseta con la costa y con sus potenciales puertos, trató de asegurar unas y otros mediante la fundación de villas.

Estos nuevos núcleos de población, dotados de un fuero especial que les concedía ciertos privilegios de carácter jurídico, fiscal y comercial, facilitarían el tráfico de mercancías y garantizarían su fluidez y fiscalización. Así surgieron Castro Urdiales (1163), Santander (1187), Laredo (1200), Hondarribia-Fuenterrabía (1203), Getaria (1209), San Vicente de La Barquera (1210), Mutriku y Oiartzun (antes de 1214). Más al interior, y con el fin de consolidar el salto entre la Meseta y sus puertos, Alfonso VIII creó La Puebla de Arganzón (1191) y, al parecer, trató de situar otras villas en Orduña y Carranza. Esta última hubiera puesto en comunicación directa las tierras burgalesas con Castro Urdiales, pero al parecer la oposición de Diego López de Haro, Señor de Bizkaia, motivó el abandono del proyecto.

En este mismo contexto hay que situar el nacimiento de la villa de Balmaseda en el año 1199 (1). El protagonista de la fundación fue en este caso Lope Sánchez de Mena, Señor de Bortedo, quien se limitó a sancionar jurídicamente mediante la concesión del Fuero de Logroño un punto de paso previamente ocupado por algunas personas que sin duda se dedicaban a actividades vinculadas al comercio. El Señor trataba así de encauzar de forma definitiva el tráfico mercantil y asegurarse unas fuentes de riqueza directas (cobro de peajes), al tiempo que propiciaba, genéricamente, un incremento de la población y de la riqueza de su territorio.

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Reales privilegios de la M.N. y M.L. villa de Balmaseda. Copia caligráfica del año 1763. B.U./A.V.B.

La nueva puebla, concebida como una escala en la ruta hacia Castro Urdiales, se asentaba en un lugar que pueda calificarse como estratégico: un estrecho paso a través del río Cadagua logra superar con facilidad la barrera montañosa que define el flanco sur de las Encartaciones y donde un vado –que pronto sería sustituido por el “puente viejo”- permitía saltar el curso fluvial sin necesidad de dar un gran rodeo. De hecho, aquel espacio contaba con una lejana tradición como zona de transito: por allí había discurrido la calzada romana que unía Pisoraca (Herrera del Pisuerga) con Flavióbriga (Castro Urdiales).

Desde el momento de su nacimiento, Balmaseda trató de asegurar no sólo su condición de enclave privilegiado en medio de un mundo rural, sino también su competitividad dentro del marco económico del momento. A tal fin logró arrancar a sus sucesivos señores y a los reyes castellanos una serie de privilegios y mercedes que podemos agrupar en tres categorías: jurídicos, fiscales y comerciales (2).

PRIVILEGIOS JURIDICOS

La concesión del fuero de Logroño a los vecinos de Balmaseda implicaba su inmediata conversión en hombres libres, fuera cual fuera su condición anterior. En caso de enfrentamiento con los habitantes de su entorno rural únicamente podían ser juzgados de acuerdo a su propio fuero, lo que evidentemente les colocaba en una situación muy ventajosa con respecto a sus oponentes, que sólo podían alegar un derecho consuetudinario de escasa efectividad ante la justicia urbana, amante de la letra escrita. Además, los villanos podían extender su jurisdicción a todos aquellos bienes que adquirieran fuera de los límites fundacionales de su propia villa.

Lógicamente, los balmasedanos trataron en todo momento de garantizar este particular estatuto jurídico. Para ello solicitaron sucesivas confirmaciones de sus «fueros, usos y buenas costumbres»,expresión que junto al fuero riojano iría incluyendo progresivamente todos los privilegios obtenidos a lo largo de los siglos. Estas ratificaciones fueron realizadas par Lope Díaz de Haro II, Señor de Bizkaia (1234), Alfonso X (1256), Fernando IV (1312), Alfonso XI (1315), Pedro I (1351), Enrique II (1367, 1371), Juan I (1379), Enrique III (1393), Juan II (1407), Enrique IV (1457), los Reyes Católicos (1499) y Juana 1 (1511).

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Documento sobre Inmunidad, Fueros y Libertad en Balmaseda. Otorgado por Juana I.

Algunas de las confirmaciones conllevaban una deliberada voluntad por parte del otorgante de dejar constancia de su autoridad -o lo que es lo mismo, de su titularidad- sobre la puebla. Así, en 1234 Lope Díaz de Haro II acababa de recibir Balmaseda como dote de su mujer, la infanta Urraca, hermana de Fer­nando III, por lo que procedió a ratificar el fuero como si de un acto de toma de posesión se tratase. Algo similar sucedió con Alfonso X, que en 1256 se había apoderado de la villa como consecuencia de la guerra que le enfrentaba al entonces Señor de Bizkaia, Lope Díaz de Haro III. Poco más tarde, sin embargo, la población volvería amanos del de Haro.

 En otros casos fueron los propios balmasedanos los que se mostraron interesados por asegurar su vinculación al Señorío de Bizkaia o a la Corona de Castilla, según las circunstancias, con todas las consecuencias que ésto podía tener tanto en el ámbito jurídico como en el fiscal. En 1310, Y como consecuencia de un acuerdo establecido entre las diversas ramas de la familia Haro, la villa seconvirtió en un señorío privado en manos de Lope Díaz de Haro. A la muerte de éste personaje Balmaseda volvió al realengo, pero sin duda en previsión de una nueva concesión en beneficio de cualquier otro noble castellano, sus vecinos obtuvieron de Fernando IV el juramento de que «nunca de la Villa nin el Castiello de Valmaseda Reina nin Infante nin Rico home nin Infanzon nin aCaballero nin Escudero nin Dueña nin Perlado nin otro home ninuno por cambio ni empeñamiento nin por enegenarla nin por darla en donadio nin por ninguna cosa; Mas que sea daqui adelante la Villa el Castiello mio o del mio fixo heredero que heredare CastieIIa Leon enon de otro ninguno».

 Esta contundente promesa, confirmada más tarde par Alfonso XI (1315,1326), se veía reforzada por el permiso que concedía el monarca para oponer resistencia en caso de incumplimiento por su parte o la de sus sucesores. Los balmasedanos lograban alejar así el fantasma del señorío particular, en manos de un noble, que casi con toda seguridad resultaría más gravoso y difícil de sobrellevar que la condición de realengo, el sometimiento directo a la Corona.

Más tarde, sin embargo, Balmaseda optó por reincorporarse al Señorío de Bizkaia (3). Durante el reinado de Pedro I (1350-1369) la villa estaba aún incluida en la Merindad de Castilla Vieja, pero en1388 sus vecinos protestaron ante Juan I por las exigencias de los recaudadores de impuestos de esta circunscripción, alegando que « en los años pasados fastta aqui habian siempre pagado epagaban en el pedido de Vizcaia». Parece claro que la cada vez más agobiante presión fiscal de los territorios de realengo les impulsó a buscar nuevamente su inclusión en el Señorío de Bizkaia, en aquellas fechas integrado ya en la Corona al coincidir en una misma persona los títulos de Rey de Castilla y Señor de Bizkaia. Es decir, que jurídicamente apenas variaban de situación, al seguir sometidos de forma directa al Monarca-Señor, pero conseguían reducir y, sobre todo, estancar sus obligaciones impositivas, ya que el pedido era una cantidad anual invariable.

Un último documento nos muestra el permanente temor de la villa a caer bajo la órbita de un señor particular. En 1399 Enrique III, agobiado por los muchos gastos de la guerra con Portugal, se vió obligado a hacer «vendición e empeñamiento a su Camarero Mayor, Juan de Velasco, de los lugares de Limpias y Colindres y la villa de Balmaseda por 15000 florines de oro. Se estipulaba, sin embargo, que en caso de que el monarca lograra devolver el dinero antes de año y medio, la venta quedaba anulada. Faltó tiempo a los afectados para ofrecer al Rey la mitad del dinero a fin de que revocara la venta. Así lo hizo, declarando que «esta dicha villa ... con sus términos y pertenencias e pechos ederechos e Jurisdición alta y vaja sean siempre para mi e con el señorio de Vizcaya, e que non pue­dan ser dados nin trocados ni empeñados nin vendidos por mi nin por alguno de los otros Reyes que despues de mi subcediesen en estos Reynos de Castilla e de León salvo que siempre queden e sean con el dicho señorío de Vizcaya segun y en la manera que fasta aquí fueron».

Desde entonces, Balmaseda se ha mante­nido unida al Señorío de Bizkaia.

 

PRIVILEGIOS FISCALES

Son, evidentemente, los que buscan la obtención de ventajas fiscales para los habitantes de la villa. Ya la carta fundacional incluía la exención de algunas cargas típicamente señoriales, los fueros malos: sayonía (tasa sobre las penas pecuniarias destinada al pago de los funcionarios señoriales), fonsadera y batalla (redención en dinero del servicio militar), mañería (derechos pagados para transmitir bienes a un descendiente indirecto o a otra persona ajena a la familia del transmisor), moneda farera (pago concertado con la Corona para que ésta no acuñara moneda de baja ley), yantar (obligación de alojar y alimen­tar al Señor y su séquito a su paso por la villa, que terminó por convertirse en un impuesto regular) y, en general, «todos los pechos aforados y desaforados».

En el caso concreto de la moneda farera y el yantar, la exención se vería reafirmada en 1312 cuando Fernando IV ratificó a la villa el derecho a no pagar la primera, y a ofrecer el segundo únicamente «quando yo (all)y fuere por mi mismo e la tomar en conducho asi como lo han de fuero e de uso e les fue guardado fasta aqui». Más tarde confirmarían este documento Alfonso XI (1315, 1326) Y Pedro I, y dictarían sentencias al respecto el mismo Pedro I (1357), Enrique» (1372) Y Juan I (1379).

Por otro lado, en 1311 Lope Díaz de Haro, Señor de Balmaseda, fijaba en 1000 maravedís el máximo que había de pagar la villa en caso de peticiones extraordinarias de dinero por parte de la Corona. Esta disposición, que ponía a Balmaseda un tanto al margen de los imprevisibles «servicios» frecuentemente exigidos por el Rey, sería ratificada por Fernando IV (1312) Y Alfonso XI (1315). Más tarde, al volver a ser incluida la villa en el Señorío de Bizkaia, estos privilegios perdieron sentido.

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Detalle de la confirmación de Alfonso XI de los privilegios concedidos por su padre Fernando IV a Balmaseda. Año 1338. A.F.B./B.F.A.

PRIVILEGIOS COMERCIALES

Asentada sobre una ruta de cierta importancia, Balmaseda no podía conformarse con ser un lugar de paso de mercaderes y transportistas de otras procedencias. Al contrario, sus habitantes trataron tanto de convertir a la villa en lugar de intercambio como de participar directamente en las actividades comerciales.

Así, Balmaseda trató de rodearse de un ámbito económico de carácter monopolístico, exclusivista, sin competencia alguna. Esto se lograría oficialmente en 1306, cuando Diego López de Haro V, Señor de Bizkaia, concedía que en el camino desde Villasana de Mena hasta San de Samano no tuvieran «ningunos de las otras tierras nin de sus vecindades tabernas de vino, ni de medida de trigo, ni de cebada, nin carneceria, nin reventa ninguna de estas cosas, sino vino, sidra de su cosecha epan coger porque lo facen agora en guisa grant menoscabo de la mi villa de Balmaseda, de todos mios derechos; tengo por bien, mando que daqui adelante non haia reventa, nin taverna de vino, ni sidra, medida de trigo nin de cavada nin de carneceria de Villasana fasta en Sandesamano Salvo en la mi villa de Valmaseda, o so vecino otro qual quier que lo obier de su cosecha».

Hay que señalar que aunque este privilegio data de 1306, los vecinos de la villa aseguraban que sehallaba ya vigente en tiempos de Diego López de Haro III (1236-1254). Confirmarían este texto Fernando IV (1312) Y Alfonso XI (1315).

En cuanto a la participación directa de los balmasedanos en la actividad comercial, pronto se vió favorecida por un privilegio de Alfonso X (1256) por el que se les eximía del pago de portazgos en todo el Reino, con las excepciones habituales de Toledo, Sevilla y Murcia. Esta norma sería confirmada por Sancho IV (1285, 1288) Y Fernando IV (1296, a petición del Señor de Bizkaia). La exención se vería ampliada en 1310, cuando Lope Díaz de Haro, Señor de Balmaseda, la hacía extensiva a todos sus lugares de Señorío, disposición ésta que sería también ratificada por Fernando IV (1312) Y Alfonso XI (1315).

El intento de fomentar el mercado local quedó reforzado por el privilegio de 1312 por el que Fernando IV concedía que «cuentos paños mercaduras llegaren en Valmaseda para benderlo (all)y que sean quittos que non paguen (all)y Diezmo de todo lo que se (all) y bendiere segund fue usado fasta aqui». Este documento sería confirmado por Alfonso XI (1315) Y por Enrique II (1392), si bien en este caso refiriéndose a trozos de paño para consumo propio, «al detalle», y no de piezas destinadas a la reventa.

Los privilegios obtenidos por Balmaseda durante la Edad Media nos permiten extraer algunas rápidas conclusiones sobre su primera historia. Su evolución jurídica y fiscal fue similar a la del resto de las villas de su entorno, si bien Balmaseda pudo » jugar» con su vinculación al realengo o al Señorío de Bizkaia, en función de sus coyunturales intereses. Lo que evidentemente trató de evitar en todo momento fue la inclusión en un señorio privado.

En cuanto a su dedicación comercial, veamos que Balmaseda aparece muy directamente vinculada aCastro Urdiales. Incluso después de la fundación de Bilbao (1300), la villa buscó el monopolio en dirección a Castro, y no al Nervión. Y si bien es cierto que la ruta de Castro mantuvo una relativa importancia hasta fines de la Edad Media, fue ampliamente desbancada por parte de Bilbao ya desde el mismo siglo XIV.

Por otro lado, la búsqueda de ventajas y privilegios mercantiles apenas alcanzó las dos primeras décadas del siglo XIV (el único texto posterior, de 1392, es muy específico y se refiere al comercio doméstico). Parece como si desde 1315 el empuje de la villa hubiera decaído, y nuevamente creemos que la causa puede ser el rápido crecimiento, en todos los sentidos, de Bilbao.

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Puente viejo. Roberto Rodet. C.P.

Da la impresión, pues, de que Balmaseda no supo calibrar el futuro de la capital vizcaína, y apostó por el perdedor. La consecuencia fue la transformación de la villa en un punto de paso sobre la ruta que, a través del valle de Salcedo, llegaba a Bilbao. Una escala de cierta entidad, pero una escala al fin y al cabo, y no un lugar de contratación y una importante puebla mercantil, como parecían augurar sus orígenes.

NOTAS:

 1) -. Recientemente se ha propuesto la de 1200 como fecha más verosímil para la fundación de Balmaseda (GARCIA DE CORTAZAR, J.A; ARIZAGA BOLUMBURU, B. ; RIOS RODRIGUEZ, M. L. ; DEL VAL VALDIVIESO, I.: Vizcaya en la Edad Media, San Sebastián 1985, I. -152). En cualquier caso, esta diferencia en nada afecta a la situación general del momento.

2).- Estos privilegios aparecen recogidos en ITURRIZA y ZABALA, J.R.: Historia General de Vizcaya y Epítome de Las Encartaciones, Bilbao 1967, II. -191-202; HEROS, M.: Historia de Valmaseda, Bilbao 1978, Apéndice. -5-11 O; GOMEZ PRIETO, J.: «Confirmación de los fueros, usos y buenas costumbres de la villa de Balmaseda por la reina doña Juana: Hecha en Sevilla en 18 de junio de 1511 «, en Estudios de Deusto, Vol. XXXIII / 1 (1985), 29-38.

3). -Evidentemente, el Señorío de Bizkaia era un señorío privado, pero con unas características en cuanto al estatus jurídico-social de sus pobladores que, en líneas generales, lo distanciaban bastante de los más típicos señoríos particulares. Tanto era así, que hubo momentos -como veremos a continuación- en que resultó preferible la integración en el Señorío de Bizkaia a la permanencia en el realengo.