FICHA .- Paz y Guerras en Balmaseda ( Pakeak eta gudak ). Publicado como capítulo en el libro titulado «Balmaseda. Una historia local, Tokiko historia.” Editado como publicación para la Exposición del mismo nombre que la Diputación de Bizkaia, en su Departamento de Cultura, organizó en el otoño de 1991. pp. 73 – 83. Edición bilingüe castellano – euskera.
INTERES .- Presentación general de las épocas bélicas que sufrió Balmaseda entre los siglo XVII al XIX. Con mención especial a las guerra de la Convención, guerra de la Independencia y los 3 episodios Carlistas del siglo XIX.
SINOPSIS .- Por estar situada en el Camino Real hacia Castilla, Balmaseda era lugar de paso y de avituallamiento de soldados en ambos sentidos. En los siglos XVI y XVII los que marchaban a Flandes; con tal ocasión se le pedía a la villa que aportase soldados , cosa que las Levas del Ayuntamiento conseguían difícilmente, porque los vizcaínos – por su condición de hidalgos – estaban exentos del servicio obligatorio a las armas.
La villa pasó épocas muy difíciles con ocasión de las 2 guerras con Francia. Convención e Independencia fueron 2 guerras consecutivas que no dieron tregua a Balmaseda. El 8 de noviembre de 1808 la villa ardió por los cuatro costados. Seis años después se celebró con regocijo el regreso al trono de Fernando VII.
La centuria del XIX supuso – entre 1834 y 1875 – tres décadas de tragedias bélicas: las Guerras Carlistas que, en este caso, fueron guerras civiles. Todo ello coincide con el desmoronamiento del Antiguo Régimen que cambió radicalmente la base industrial, el tejido comercial, y sobre todo las estructuras socio-económicas de Balmaseda.
PALABRAS CLAVE .- Guerra de la Convención. Guerra de la Independencia. Guerras Carlistas. Fin del Antiguo Régimen.
INDICE.-
1.- Introducción
2.- Guerra de la Convención
3.- Guerra de la Independencia
4.- Las Guerras Carlistas
5.- La Paz
Notas y Apéndices
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PAZ Y GUERRAS
Texto de Julia Gómez Prieto en el libro «Balmaseda. Una historia local«. VV.AA. D.F.B. Cultura. Bilbao 1991 pp. 73-84
INTRODUCCIÓN
El determinismo geográfico que sitúa a Balmaseda como un paso natural, a través del corredor del Cadagua, entre el Señorío de Bizkaia y Castilla, ha sido extremadamente gravoso para la villa durante las etapas bélicas.
La villa como primer punto vizcaíno del Camino Real que unía Castilla con los puertos orientales de Santander y con los puertos del Señorío, fue también el camino de tránsito, en ambas direcciones, de cuantos soldados y formaciones militares se desplazaban por esta vía.
Por ello Balmaseda nunca ha sido ajena a los diversos avatares bélicos que se desarrollaron a lo largo de los tiempos históricos, tanto en la Corona de Castilla como en la España regida por la dinastía de los Austrias y posteriormente por los Borbones.
La villa, sin embargo, no enviaba a sus habitantes a la milicia ni a la guerra. Los vizcaínos, por su hidalguía universal, estaban exentos del servicio a las armas. Por ello, cuando el Rey necesitaba soldados en las Provincias Vascas, se efectuaban los llamados Repartimientos(1). En época de levas se prohibía automáticamente la salida de la villa a los vecinos, sobre todo a los solteros, y si desobedecían se les incluía directamente en el reclutamiento (2).
Con ello el Ayuntamiento aportaba los soldados que el rey pedía, y como a menudo no era fácil encontrar voluntarios, aunque fuese a sueldo, era preciso salir fuera de la villa a buscarlos, llegando a desplazarse para ello a lugares bastante alejados del Señorío, donde se publicaban bandos al efecto.
Algunas veces, sin embargo, era fácil hallarlos entre la gente desocupada, personas que, con su soldada y sustento asegurado en la milicia, eran los que mayormente engrosaban el ejército. Si esto no era suficiente, se salía extramuros a reclutar a los transeúntes sin oficio, a los fugitivos, a los extranjeros etc.

Tanto los gastos de mantenimiento y refresco de los soldados como los de enganche, corrían por cuenta del Ayuntamiento. Cuando la economía municipal no andaba muy sobrada de fondos, había dos maneras de obtener dinero. Una de ellas, aumentando temporalmente, con un sobreprecio transitorio, los impuestos sobre los artículos de abasto; en otras ocasiones, si la cuota era alta y de aportación inmediata, se recurría a los créditos. Para ello se emitía un censo que era cubierto a menudo por los particulares mas potentados de Balmaseda.
En cada conflagración en la que la monarquía española estuviera involucrada, Balmaseda podía verse afectada; por eso fueron numerosas las ocasiones de peligro de invasión o de llegada de tropas a la villa, durante los siglos XVII y XVIII. Por ejemplo, en 1718, el 4 de noviembre, las tropas del Mariscal de Campo D. Blas de Oya, que estaban en el Valle de Mena , llegaron a las puertas de la villa, con 2.500 infantes de tres regimientos diferentes. Pasaron en Balmaseda 4 días hasta que partieron hacia Bilbao (4)
Dos años mas tarde, en 1720, 200 soldados de regreso hacia Castilla, reciben contribución de la villa consistente en pan, vino , carne, paja, leña, cebada , camas y 24 caballerías para el transporte de los bagajes.
A veces la población se veía directamente involucrada en la cuestión bélico y con ello obligada a organizar secciones de voluntarios, como las tres Compañías de Milicias del ano 1719, mandadas por Felipe de Cortayre y Antonio Ignacio de los Heros. Éste último aun era jefe de milicias en 1726, año en el que le acompañaban en el mando Jose de Orcasitas y Simón de Bedia. En este año,desde el 3 de agosto, está la Armada Inglesa frente a Santoña, con ánimo de invasión. Por tal motivo llegan a Balmaseda 7 Compañías de Caballería y un Regimiento de Dragones que pernoctan en la villa, repartidos en casas de vecinos, por estar llenos todos los Mesones”(5).
Pero estos ejemplos son livianos si los comparamos con las guerras que afectaron a la villa desde finales del s.XVIII y durante toda una centuria.
GUERRA DE LA CONVENCIÓN
Esta guerra supuso para Balmaseda una sangría de caudales, aunque no de vidas humanas. Los franceses que habían tomado Bilbao en el verano de 1795, no llegaron nunca hasta Balmaseda, por lo que la villa no fue escenario bélico en esta ocasión. Pero aun así, en la villa se forman tres Tercios de soldados en el verano de 1794, que fueron a luchar al frente más oriental, el de Guipuzcoa. (6)
Con un total de 340 soldados y 30 oficiales, el gran problema iba a ser el mantenimiento de aquella tropa, ya que se pagaba a cada soldado 4 reales diarios, más 2 libras de pan; y además todos ellos habían dejado abandonados sus trabajos y oficios por ser leva obligatoria. No extraña por tanto, que el año 1795 hubiera que echar mano de la plata de las iglesias para hacer frente a los gastos (7).
Pero no fue suficiente ya que la deuda fue ampliándose y aunque terminó la guerra, las hostilidades con Inglaterra continuaron. De nuevo hubo de costearse una nueva campaña en 1796; esta vez se utilizaron los tres vales reales de 300 pesos, que el Ayuntamiento tenía destinados para el socorro de pobres de la villa. Tres años después, aun se debían 23.000 reales y se negociaron las acciones que tenía Balmaseda en la Banca Nacional de San Carlos (8).
En 1802 la deuda seguía subiendo y para colmo en 1804 , por haberse perdido la cosecha , se comenzó a sentir escasez de grano y hambre, en una clásica crisis de subsistencia ; esto trajo como de costumbre fiebres de carácter maligno al igual que ocurrió en Castilla (9). Se organizaron preces a S. Roque y S. Sebastian con procesión al Kolitsa, así como un novenario a S. Bonifacio, cuyas reliquias descansaban en la iglesia de San Juan. Se dispuso por el Ayuntamiento la limpieza y purga del aire por medio de la quema en calles y plazas, de enebro, laurel y hierbas olorosas en hachones embreados; además se mandó salir a los pobres y forasteros para prevenir mejor la enfermedad (10).
GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
Aun no se había repuesto Balmaseda del hambre y la guerra anterior, cuando la villa fue ocupada y saqueada por los franceses hasta casi su total destrucción. El 8 de noviembre de 1808, la villa ardía por sus cuatro costados, perdiendo mas de 75 casas e incapacitándola para poder subvenir a cualquier gasto bélico posterior.
En un rápido análisis de esta contienda en Balmaseda merece destacarse tres aspectos interesantes de la misma:
– El incendio ya citado, que habiendo tenido lugar al comienzo de la contienda, hizo que la villa arrastrara una situación durísima y caótica durante toda la guerra.
– Balmaseda fue ocupada por diversas partidas de tropas y sufrió por tanto, ataques cruzados y continuados de ambos bandos, si bien fueron los franceses los que más tiempo permanecieron en ella. (11)
-Los cargos del Regimiento se negaron a colaborar con los ocupantes franceses y éstos obligaron a la constitución de un nuevo Ayuntamiento con los «afrancesados». Estos vecinos se aprestaron a colaborar » por bien de la villa”. Después de terminada la guerra hubieron de sufrir durísimas purgas o en varios casos el exilio.
Todos las tropas querían provisiones, y ante la depauperación de la villa, en el año 1812 , la mayoría del vecindario abandona Balmaseda «….para evitar las amenazas y riesgos que a diario sufren con los soldados que se presentan a pedir raciones «.
Por todo ello y a pesar de los problemas políticos que el reinado de Fernando VII iba a representar, no es extraño que los balmasedanos recibieran con auténtico júbilo el fin de la guerra y la entronización del rey “deseado”. Grandes regocijos públicos se celebraron en Balmaseda durante 3 días a finales de mayo de 1814. Al solemne Tedeum con exaltación real que hiciera el beneficiado Blas de Orrantia, le siguieron bailes, novillos y todo tipo de fiestas a las que fueron invitados los pueblos vecinos. Se iluminó la casa Consistorial y las damas organizaron un suntuoso baile en ella. (12) Cabe preguntarse de donde salieron los caudales para semejante derroche.
Mientras tanto llegaban épocas difíciles para aquellos afrancesados que constituyeron, quizás con la mejor buena fe, el Consistorio de ocupación. Algunos sin duda, emigraron; otros se vieron privados de sus derechos civiles por colaboracionistas aunque lanzaron sus alegatos de defensa; algunos otros fueron capaces de resistir e incluso de reconvertirse, con autentico fervor patriótico y no poca habilidad, en nuevos cargos municipales algunos años después.
Con la proclamación de Fernando VII como rey, su entrada en Madrid y la terminación de la guerra, acaban también para Balmaseda dos décadas realmente difíciles y duras de su historia. Recuperada la paz, se recogieron las armas y los vecinos volvieron de nuevo al trabajo.
Sin embargo la alegría no iba a durar mucho, pues bien pronto el nuevo rey se mostró decidido a recortar los fueros vascos, configurándose poco a poco las dos vertientes políticas que habrían de pugnar a lo largo del siglo XIX: los llamados liberales y los partidarios del «altar y trono».
LAS GUERRAS CARLISTAS
A las crisis bélicas, debe añadirse además el cambio radical a que estaba abocada la sociedad balmasedana. Tras la Revolución Francesa llegó el derrumbamiento del Antiguo Régimen y con él los aires de un gran cambio social y económico. En Balmaseda, tras la guerra con Francia, desaparecieron los Mayorazgos y los arrendatarios de esas tierras pudieron acceder a la propiedad, a veces por compra, y a menudo por el abandono de sus antiguos dueños. La sociedad está en crisis y se perciben ya los aires de un gran cambio social, más patente en la dura postguerra de 1812-20 y en la primera contienda civil que se aproximaba.
Con la primera Guerra Carlista que estalla en 1834, tras la muerte del monarca absoluto, todas las dificultades imaginables vuelven a empezar para Balmaseda: gastos cada vez mayores, arbitrios sobreelevados, guarniciones de ambos bandos en la villa, problemas y sufrimientos. Se vende la poca plata que aun había en las iglesias, se eleva un 50 % la presión sobre las propiedades y un gravamen del 2% se añade a todo efecto comerciable que ingrese en el municipio.
En Febrero de 1836, los carlistas entran por vez primera en Balmaseda y la toman como centro de mando de las operaciones hacia a Santander y Burgos. El General en jefe carlista, Guergué, puso su cuartel general en la casa de Alejandro de Antuñano, y al igual que en la guerra contra los franceses, las tropas estuvieron acuarteladas en el convento extramuros de los Carmelitas y en el Ayuntamiento. Dos años después Balmaseda estaba exhausta y a la espera de cualquier alimento, aunque solo fueran pan o galletas (14).
Al fin de esta guerra la situación era de nuevo caótica, con la población casi reducida a la mitad, los campos yermos, los viñedos arrasados y el arbolado quemado (15). Cincuenta casas perdió la villa y los destrozos en las ferrerías fueron ingentes. Esto era realmente la puntilla para la maltrecha industria balmasedana, que ya había perdido hacía tiempo el tren de la modernidad y subsistía a duras penas. Como muestra cabe la comparación de los 3 martinetes existentes en 1861, frente a las 5 ferrerias y los 10 molinos que trabajaban en el año de 1796 (16).
En lo que respecta a la población, va a presentar una evolución demográfica periódicamente sobresaltada, debido a las crisis patógenas que afloran con el cólera, la viruela , las fiebres y el tifus, como las mas importantes epidemias de este siglo, consecuencia de la dinámica bélica.
A mediados del siglo numerosas facciones residuales y diversos cabecillas correteaban a sus anchas por toda la zona; se palpaba que la tranquilidad era ficticia y el comienzo de nuevas hostilidades gravitaba en los ánimos de la gente. Era un ambiente de posguerra y al mismo tiempo de preguerra.
La etapa comprendida entre 1872 y 1877 no fue tampoco fácil para Balmaseda que vio diezmada su población. Los vecinos optaron en buena parte por abandonar la villa, ya que carlistas y realistas se alternaban en el control del pueblo. En abril de 1874 terminaba el Sitio de Bilbao con la entrada de los realistas, y desde entonces la guerra languidece en el norte. Casi 2 años después el gobierno de la Restauración, con Alfonso XII, da por finalizada oficialmente la guerra y castigará a los vascos por su apoyo a los carlistas, con la supresión definitiva lo que restaba de sus Fueros (17).
LA PAZ
Con el final de tercera guerra carlista, Balmaseda iba a verse libre de una terrible etapa bélica secular. No hay que olvidar que desde 1794 hasta 1877, la villa había sufrido al menos cuatro duras guerras y había visto desmoronarse durante ellas, su base industrial, su tejido comercial, y sobre todo, sus estructuras socio-económicas.
Por fin los balmasedanos comenzaban a ser los auténticos protagonistas de su propio destino. El fin de siglo habría de traer consigo los prolegómenos de un nuevo tipo de sociedad, nuevas estructuras económicas y nuevas industrias capaces de introducir con buenos augurios a la villa, en lo que se prometía un venturoso nuevo siglo, el siglo XX.
NOTAS:
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APENDICE I
PRETENSION DE LA VILLA DE BALMASEDA SOBRE CONCESION DE ARBITRIOS PARA REEDIFICACION
Balmaseda. 6 de diciembre de 1.808.
Archivo General del Señorío de Vizcaya Expedientes. Reg. 7. Leg. 3. N.»1.
Señores Diputados Generales del M. N. y L. Señorío.
La noble villa de Valmaseda, una de las del N. solar vizcaíno, acaba de ser abrasada, saqueada, y arruinada de un modo que solo puede explicarse, siendo testigo ocular de sus 75 casas abrasadas hasta los cimientos; visitando las que han quedado de sus infelices, e inocentes vecinos; presenciando el destrozo, y el deterioro de sus posesiones territoriales; y en fin observando por todos lados la desolación, el exterminio, y la palidez cadavérica en la mayor parte de sus inocentes, pero bien desgraciados vecinos. Estas escenas de dolor serían en cierto modo llevaderas a los que componen su N. Ayuntamiento si se hayasen con medios para poder atender y arbitrar a la subsistencia de sus compatriotas, a quienes igualan en suerte; al indispensable aseo de este pueblo expuesto a una epidemia que pudiera muy bien refundirse al resto de la provincia, y Reino; y a otras muchas medidas, que deben tomarse para contener los daños que la actual triste situación traería consigo; más ustedes, dejarán de conocer que esta villa cuyos arbitrios y medios les son notorios ha contribuido a la subsistencia del ejército francés y por espacio de un mes, o más tiempo ha sufrido la permanencia, y continuo tránsito del ejército con tensores, que han consumido hasta los más últimos recursos, y por fin, la ruina total de sus vecinos, con quienes podían contar por su amor Patriótico, en este instante, previéndose sin el menor medio de atender y contener las fatales consecuencias que se tomen, ¿a quién puede recurrir mejor, que a Uds. padres del pueblo vizcaíno en quienes está refundido, el poder soberano, el amor del pueblo y la esperanza de éste? Arbitren pues Uds. el desempeño de tan sagrados títulos, los medios que juzguen oportunos y bajo los términos, que Uds. contemplen razonables para socorrer este pueblo uno de sus hijos que espera de Ud. esta N. villa y en su representación su Ilustre Ayuntamiento. Dios guarde a Ud. muchos años.
Balmaseda 6 de diciembre de 1.808.
Firman: Vicente María de Chávarri, Joaquín de Antuñano. Por disposición de los señores capitulares. Andrés de la Presa.
Hagan presente este memorial en las primeras juntas generales para la resolución que se tenga por conveniente; y para las necesidades que ocurren a la villa de Balmaseda para suministros de tropas y demás se librarán 8.000 reales según resultará de acuerdo de Diputación de este día. Lo resolvieron los señores de la Diputación General de este Señorío; en Bilbao a 6 de diciembre de 1.808. Firman: García, Larrea, Aldama. Diego Antonio de Basaguren.
APENDICE II
ESTADO DE INDIGENCIA DE LA VILLA,TRAS LA INVASION FRANCESA
Balmaseda. 19 de junio de 1.811.
Archivo General del Señorío de Vizcaya.
Consejo Provincial de Vizcaya. Reg. 3. Leg 6
Señores Presidente y Consejeros de la Provincia de Vizcaya.
El Consejo Municipal de esta Noble Villa de Valmaseda, acaba de recibir el oficio de V. ss. del 17 del corriente, relativo a que corra con el servicio de suministros de la tropa, en este punto, desde principios de julio próximo, por falta de postor. La imposibilidad en que se halla de poder llenar las intenciones de V. ss. (porque no se atribuía a mera disculpa) le precisa a poner presentes las reflexiones siguientes:
Es bien notorio Señor: que el año pasado de 1.808 cuando la entrada de las Tropas Francesas quedó enteramante aniquilado este pueblo con los continuos saqueos y el incendio que redujo a cenizas, 75 casas con más de 200 habitaciones: que además en la justificación que se hizo y presentó con la cuenta de suministros de aquel año; resultan 573.841 reales con 6 maravedíes de vellón que se importaba el vino bebido y desperdiciado por las tropas, ganados muertos, legumbres y grano consumido que eran único bienestar de sus habitantes. Añádese también que de los suministros hechos a las tropas en dicho año, habiéndose cobrado el Señorío del alcance o atrasos, que estaban a su favor resulta deberse a este pueblo, la cantidad de 70.592 reales con 19 maravedíes sin incluir 11.000 en que pudo padecerse alguna equivocación a la aprobación de cuentas.
La de suministros del año de 1809 desde 1. ° de enero hasta el 15 de Julio que importe 30.106 reales también se debe. Últimamente de los suministros de propios, guías, vagajes, transportes, luz y leña para guardias hospital y fortificaciones, desde el mes de diciembre próximo pasado inclusive hasta el día, nada se ha cobrado.
Con todos estos atrasos después del abatimiento de un pueblo de cortos recursos y empeñado con este motivo; puedes V ss. considerar, que medios le quedan para poder suministrar. Es imposible absolutamente en moral y físico, y esto último es lo necesario para la subsistencia personal. Y, a que siempre que V. ss. con su acreditado celo nos puedan proporcionar la anticipación de algunos fondos será imposible hacer este servicio, y aunque antes bien se verán precisados los habitantes a desamparar el pueblo por la falta de medios para el surtido necesario.
Espera este Consejo que V.ss. teniendo presentes todas esta consideraciones resolverán como siempre lo más acertado comunicándole su determinación. Dios guarde a V.ss. muchos años. Valmaseda y junio de 19 de 1811 El Presidente del Consejo Municipal Joaquín María de la Azuela, Andrés de la Presa.
APENDICE III
FESTEJOS CELEBRADOS EN BALMASEDA POR LA VUELTA AL PODER DEL REY FERNANDO VII
Balmaseda. 25 de mayo de 1.814.
Archivo Municipal de Balmaseda.
Libro de Acuerdos y Elecciones. N.° 60. f. 170 v.
En la Sala de Capitular de la Casa Consistorial de esta Noble Villa de Valmaseda a 25 días del mes de mayo de 1814, juntos los señores de que se compone el actual gobierno teniendo presentes las veredas recibidas de la llegada de Nuestro Soberano, y Augusto Fernando el VII, haberse mandado en ellas cantar Tedeum, que se hiciesen regocijos públicos y luminarias por tres días, y noticiosos además de que S.M. ha entrado en su Corte de Madrid, recibiéndole con la mayor alegría, y colocado en el Trono de las Españas; en celebridad de tan plausible noticia, y la de verse libre juntamente con todo el Reino de la opresión, y esclavitud sufrida del ya abatido y destronado Napoleón y sus secuaces, así como esta villa ha sido teatro de tantas escenas de horror, y opresión, donde un Lefebre incendió más de la tercera parte de sus edificios, y ejerció el saqueo y el asesinato de un modo que horroriza, y renovaron otros el despotismo incesantemente en casi 5 años más insensible esta citada villa, por su amor al Soberano haber sido tan inimitable, que puede vanagloriarse de no contar ni un solo hijo manchado con el negro borrón del francesismo debiendo celebrar la libertad, y el triunfo de la virtud de su deseado Rey Señor unánime y conforme este ayuntamiento acuerda lo siguiente.
Que el día 30 del corriente mes que lo es de S.M. se celebre en la Iglesia matriz de San Severino función de iglesia con el señor manifiesto, con el aparato religioso que corresponde; que se encargue a Don Blas de Orrantia la oración o sermón; que al fin se entone y cante Tedeum disponiendo esta solemne función al señor Síndico Procurador avistándose para todo con el Prior Contador del Cabildo Eclesiástico. Que para el mismo día tenga preparado el retrato de S.M. para ponerle el frontispicio de la Casa Consistorial guarneciéndole de damascos y colocando dicho retrato con la analogía que corresponde a la festividad, y las inscripciones competentes.
Que disponga una batería en el plano indicado del Monte del Castillo, la que bien servida anuncie al público la festividad y adorne esta.
Así mismo acuerdan se prepare para el mismo día una corrida de novillos. Y para la noche bailes populares en la plaza según costumbre, preparando con anticipación los combustibles conducentes. Que se ilumine la Casa Consistorial con la posible hermosura y prevenga al vecindario con anticipación lo hagan en sus respectivas casas según las facultades; y que concluido dicho baile de la plaza, retiradas las gentes artesanas, se tenga dispuesto un suntuoso baile para las Damas de esta villa y las que vengan convidadas de los pueblos inmediatos. Y para la preparación y apronto de los novillos que deberán correrse dan comisión a los señores Regidores Don Manuel de Ostolaza, y Don Esteban de Cariaga; y para el apronto y disposición de fuego artificiales combustibles, cohetes y luminación, y coordinación de los bailes a los señores Regidores Don Pedro de Labiaga y don Bonifacio de Antuñano; llevándose por unos y otros la cuenta de costos para su abono. Así lo acordaron. Firmaron Joaquin de Antuñano, Pedro de Labiaga, Bonifacio de Antuñano, Manuel de Ostolaza, Esteban de Cariaga, Joaquin de Achocarro. Ante mi Andrés de la Presa.
APENDICE IV
SITUACION DE POSTGUERRA EN BALMASEDA TRAS LA PRIMERA GUERRA CARLISTA
Balmaseda. 5 de marzo de 1.838.
Archivo Familiar privado.
Documento particular.
Excma. Diputación a guerra de este M. N. y M. L. Señorío de Vizcaya. Excmo. Señor.
La Villa de Valmaseda, al verse libre de la opresión y tiranía que por discurso de cuatro años ha estado sufriendo, y al entrar bajo el paternal amor de V. E. y del deseado gobierno de nuestro señor, no puede menos de congratularse, y de manifestar a V. E. el gozo extraordinario que le ha cabido al experimentar este venturoso cambio. En fuerza de esta verdad, por más que la situación a que se ve reducida sea tan crítica, haciendo un esfuerzo superior a sus facultades y que la es imposible continuar, a suministrado a las tropas realistas el número de raciones que V E. verá por los bonos y estado que presenten las comisiones de este ayuntamiento para su liquidación.
Increible es Excmo. Señor a no palparlo la miseria y despoblación a que ha llegado esta villa. Poco más de 200 vecinos componen su censo, cuando en épocas anteriores ha contado siempre con más de 400. Más de 600 hombres de tierra, reducidos a campos yermos que solo es 100 con su vista la compasión del espectáculo de ricas viñas que en otro tiempo formaban la principal y mejor cosecha del vino patrimonial, taladas por el pie en las tres largas cuestas del monte que corona el castillo, su término erial e infructífero ya por su calidad, ya también porque los caminos que cruzan y dirigen a aquel le han devastado completamente, cepas cortadas en otros puntos de su alfoz, incendiados sus emparrados y aunque en parte a fuerza de brazos la tierra es capaz de producir alguna cosecha, nunca puede equiparse a lo que rindiera, plantada de vid, frondosas arboledas que hermoseaban su comarca enteramente destruídas, quemadas sus leñas y empleadas otras en la fortificación de esta plaza, sin que se haya indemnizado de parte alguna a sus dueños, he aquí el triste cuadro que ofrecen los predios rústicos de Valmaseda.
Por desgracia no es menos desconsolador el que presentan los urbanos. Más de 50 casas perdidas e inhabitables por haber abrasado los revolucionarios sus puertas, ventanas, tillados v escaleras; otras cerradas v sin arrendarse por falta de habitantes, y algunas no ocupadas por sus dueños, entregadas en manos de inquilinos que sin pagar merced y por favor las llevan en arrendamiento no siendo el primero de los propietarios que para evitar una total ruina, está contribuyendo además al que la habita con alguna suma, para librarse de la pesada carga de alojamientos que se sufría y sufre en el día; tal es el fatal estado en que se hallan los edificios de la villa. Las fábricas de cobre en fin que alguna vez fueron una fuente perenne y fecunda de riqueza, se encuentran actualmente en la más completa paralización y los operarios que en ella se empleaban, reducidos a desmajar la tierra, o dedicarse a otro ejercicios corporales para procurarse el sustento necesario a la conservación de la vida.
Empero, no son éstos los únicos males que deplora Valmaseda. No ha sido suficiente asolar su comarca, no ha bastado derruir sus edificios, nuestros enemigos no se han contentado con esto, y suponiendo aumentarse sus necesidades, con tono amenazador e imperioso han repetido diariamente sus pedidos, hasta poner al ayuntamiento en el apurado extremo de enajenar sus pingües propios, para poder aplacar de algún modo con su importe la rabia de aquellos, y librar al vecindario de una horrorosa catástrofe. ¡Qué extraño es que Valmaseda se da a sí misma el para bien, al contemplarse ya libre del ominoso yugo de la usurpación!; ¡Valmaseda que tiene su orgullo de contar en las filas de la legitimidad 200 hijos! Valmaseda que a pesar de las abultadas promesas que repetidas veces hicieron los gobernadores del bando rebelde, ha visto con dulce complacencia que ningún joven se ha alistado en sus execrables banderas. Valmaseda en fin que amenazada atrozmente por sus titulados comandantes militares jamás sucumbió al partido anticatólico, pudiéndose presentar a la faz de la provincia como dechado de fidelidad y asombro de los pueblos que constantemente ha domeñado la revolución, en vista pues de todo lo manifestado, se acoge al amparo y protección de V. E.
Suplicando se digne tener presente el estado de aniquilamiento en que se haya, para dulcificar en cuanto esté de su parte su desventurada situación.
Así lo espera el ayuntamiento en su nombre de la notoria clemencia de V. E. Dios guarde a V. E. muchos años. Valmaseda y marzo 5 del 1838.
Firman: Manuel Valentín de Eguía, Venancio de Cariaga, Pedro López, Luis Gómez, Joaquín de Joambelz y Adrián, Estanislao de las Rivas, Manuel de la Serna. Por su mandado Manuel de Llaguno.
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